jueves, 28 de febrero de 2013

Joyeros de colores

Aunque las navidades ya estén pasadas, os queríamos contar una de las grandes aficiones y costumbres del inquieto Mono. Le gusta regalar algo en esas fechas y aunque sea un pequeño detalle de manufactura casera, suele tener un trabajo detrás que le ocupa varios días, y eso es lo que le resulta más atractivo.

Este año serían joyeros decidió el Mono y se puso a ello. Las cajitas sin color se pueden comprar en cualquier bazar, lo más importante era "tunearlos" para que resultaran algo distinto.  Y solo con un toque de color se conseguiría algo más personalizado.

Además a todo el mundo le hace ilusión un pequeño detalle, el Mono así lo sabe y con más dedicación y ahínco se dedica a ello.




Maletín de pinturas, y una jornada de trabajo al sol en el Jardín; algunos colores pastel, otros más vivos, y una detrás de otra, estas insulsas cajas iban cogiendo un aspecto diferente.

Aquí como se ven, apenas habían empezado a coger forma, algunas necesitaron dos manos de color, y después de esto a todas les habia que pasar una cuchilla por los cristales, para quitar los restos de pintura, una lija, para dejarlo todo uniforme y por último recibieron una capa de barniz o de cera.



El resultado fue excelente y las caras de las afortunadas eran un moneda de pago más que genial.













Es el lema del Jardín del Mono y la Serpiente, la perseverancia es el mejor auriga hacia la meta.

lunes, 11 de febrero de 2013

Un pequeño proyecto, un gran jardin

Catorce de Abril de 2012 centenario del hundimiento del Titanic, también ese día tirotearon a Abraham Lincoln, y se celebra el día de la república, el rey se rompe la cadera y mientras tanto en el Jardín del Mono y la Serpiente, nacía un proyecto que rondaba por la cabeza del Gallo desde hacia tres o cuatro años...

"Tenemos mucho espacio abierto frente a la casa, hagamos algo ahí delante" decía la Serpiente, y nos pusimos a ello.


Nos habían regalado unos magníficos tablones de madera de pino de casi cuatro metros de largo, apenas un palmo de ancho y unos seis dedos de altos. Hacer un jardín de arena y enmarcarlo con estos tablones nos parecía fantástico. 











Lo primero era intentar poner el suelo lo más recto posible... rastrillo, azada y a ello. Nuestro ímpetu por realizarlo era tan grande que cometimos algunos errores, que después pudimos solucionar, pero que nos supuso trabajar el doble. Nos habíamos lanzado demasiado deprisa, teníamos una localización genial, pero la orientación no funcionaba, dimos un par de vueltas a los tablones hasta que los tuvimos bien puestos, finalmente decidimos ponerlos en paralelo a la órbita solar.


Después del arduo trabajo de desbrozar la zona elegida, empezamos a cubrirla con grava blanca. Pero claro no caímos en otra cosa... en mitad del campo cualquier mala hierba se colaría entre la grava y aparecería en mitad del jardín, y eso era algo que no queríamos... así que no lo íbamos a tapar aún con grava. Buscamos en el lecho del río un par de piedras y las trasladamos a nuestro pequeño jardín japones.  Y seguimos pensando la forma de mejorarlo. Eso sí, teníamos tantos tablones que nos pudimos hacer una plataforma al lado, para estar, descansar, meditar o cualquier cosa... Aún no tenía nombre, ni lo habíamos acabado, solo estábamos jugando con el espacio.